Invasión

[No era ausencia de luz ni de voz. No se trataba de querer y no poder...Es sólo que no se puede, es un «no-se-puede» sin motivos. Sin más motivos que la ceguera de quien nunca puede ver]

En realidad hacía falta una condición biológica para lograrlo:
las hormigas (éstas hormigas) se apoderan de las letras. Las jalan, se las llevan, las engullen, las disuelven,

las transforman [y transportan {y transponen (y trangreden)}],

las moldean -disfrazándose de aes o de eles- y confunden el recorrido de la bicicleta... (cadenas trabadas, cadenas rotas, y lágrimas y eso). Ya no hay certezas, ya no se puede saber todo lo que, tan pérfidamente, se puso en el papel.


Mueven (se mueven), se pierden, están como locas, confundidas, invadiendo en desorden, destrozando todo lo que, hasta hace un ratito no más, tenían todo el empeño en construir.

Son Bogotá sin transmilenio (con transmilenio y con agua), son estrellas caóticas en choque constante, son hojuelas de avena sobrevolando espejos de agua...

No son hormigas. Son hormiga sola. Distanciada. Sin conciencia de las otras,

Son solas,
solas,

solas,

liberadas de la presión de la tarea continua,
liberadas del peso de la hoja.

No son hormigas,

no son hormigas...