Dedicar toda la vida,
toda la energía
a prepararse para un salto de tres segundos...
Y ser el mejor en eso (sin discusión)
Sabado, 5.00pm, bajo la pertinaz lluvia bogotana estamos, Tomás y yo, tras de un espacio para verlo saltar.
Parece un chiste: ese no es un escenario para el mejor del mundo ¿de qué se trata todo ésto?
Pero luego él aparece, sonriente. Juega un rato con algunos muchachos sobre una cama elástica y vuelve a desaparecer.
Y luego el agua, que se transforma cuando se acerca. Para los otros, los payasos que lo acompañan, los mismos espectadores, no es más que una piscina; para Orlando, es agua, fundamental y primigenia.
¡Es una persona tan hermosa!
De belleza profunda, fuerte, controlada.
Y es un mortal más. Un hombre simplemente.
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